1 oct 2006

amanecer

Eran las tres de la mañana, yo estaba desorientado. En un abrir y cerrar de ojos ya era domingo y no más jueves. Mi cama parecía un pequeñ lago en primavera, y yo no paraba de sudar. Jadeaba muy fuerte mientras me desvanecía en los murmullos de la luna. En un callejón marrón con casas difuminadas y corroídas, me di la vuelta para que el sol Van Gogh no me diera de lleno en mi cara de vinil; cuando de mi cuerpo salió mi alma de golpe, tajante. El mismo rostro, la misma apariencia, sólo que parecía más joven y liviano. Me miró o lo miré, con un odio amoroso. Y cuando quise hablarle se echó a correr. Traté de seguirlo, pero desistí a las pocas cuadras. La oscura noche como la mirada de ella traspasaba mi respiro, caminé desorientado entre noctámbulos y locos, hasta llegar a la estación del tren. Compré un boleto. Me senté a esperar. Un cuerpo sin espíritu percibe pero no siente. Nada va más allá. Es como si ya no hubiera eternidad, sólo inmediatez y pragmatismo, ya no más recuerdos. Las horas se descomponían y mi búsqueda carecía de esperanza. Las horas en su desvelo, desconsoladas. Y mi andar fatigado reprimía otro grito de furia. No quise abordar el tren. No pude alejarme de mi agonía de envestidura celestial, del llanto de la noche que sueña con ruinas olvidadas. Bajé entonces al templo, a la orilla del mar, en busca de alguna respuesta. Mojé mis pies con lágrimas de almas en pena. Cuando llegué a las puertas de templo, una lluvia de estrellas cayó sobre mi espalda, fulminando los recuerdos más añejos, aquellos que a veces se clavan en la piel y los huesos perecederos. Caminé en medio de ángeles desnudos que pedían perdón, hincados en oración sangraban por los poros. Cuando llegué al altar me esperaba mi alma, se dirigió hacia mi y se despidió con un gesto de gratitud. Se dio la vuelta y desapareció. Abandonado, me quedé a dormir en el templo hasta la mañana siguiente. Emprendí entonces el camino de regreso, fatigoso y tambaleante. Llegué a la ciudad desierta y recorrí sus calles corroidas, sin ecos. No tuve más remedio que regresar a mi cama.

No hay comentarios.: