27 jul 2010

Conversación onírica

                                                              Foto by: GisReyes



SB: Sólo sigo desgastándome... soñar cansa. Dejaré los sueños a un lado y me iré a volar.

TS: Sueña que vuelas…

SB: Pero hasta en sueños llego a aterrizar

TS: Se trata de seguir soñando.... y dejar sueños inconclusos, para garantizar que al otro día tengamos más sueños

SB: Nadie puede garantizar nada, y entonces sólo quedaría el recuerdo de un sueño truncado

TS: Sueños truncados que vuelven a renacer, sueños nuevos o aquellos que vuelven cíclicamente. Sueños que son reales en los sueños y realidades que nos limitan por nuestras percepciones, al final el límite entre ambos mundos lo decides tú.

25 jun 2010

la rivalidad y la leyenda continúan...


Los Celtics concluyeron su particular epopeya tras dar cuenta del Miami de Wade, el Cleveland de James y el Orlando de Howard. Llevaron hasta el séptimo encuentro al campeón, a los Lakers de Bryant y Gasol, y empujaron hasta el último suspiro, pero no pudieron con sus dos bastiones.


El equipo de Los Ángeles sumó su segundo título consecutivo y el 16º de su historia tras haber perdido la final de 2008. Ya tan solo les separa un anillo de los 17 que acumulan los Celtics. La rivalidad y la leyenda continúan. Ahora, bajo el dominio de los Lakers de Bryant y Gasol.

tomado de El País:

http://www.elpais.com/articulo/deportes/Anillo/leyenda/Lakers/elpepudep/20100619elpepidep_22/Tes

29 abr 2010

4.


La tormenta estaba cerca. El rugir del cielo dio el primer aviso, y el viento arreció; busqué refugio en lo alto de la montaña, un sendero me llevó a una rústica construcción donde encontré restos de pretéritas fogatas; me senté a contemplar la lluvia que efímeramente lo cubriría todo.

El olor a tierra mojada llenó mis pulmones de memorias ajenas y propias, reales e imaginarias. A lo lejos una figura se acercaba, pensé que también buscaba refugio; pero a cada paso su rostro empezó a cobrar la forma de uno de esos recuerdos perecederos.

Sus manos estaban desgastadas, su mirada era vacua, había perdido por completo esa luz de esperanza que alguna vez iluminara noches frías de algún lejano otoño, lejano para su cuerpo y para mi memoria que apenas la recordaba.

La lluvia se deslizaba por su piel como los amantes en la fría noche. Ella, ahora sin nombre, me reconoció de inmediato; taciturna, me miró a los ojos y preguntó porqué había regresado justo en este día. Le dije que necesitaba regresar a donde todo había comenzado a salir mal.

“No puedes revertir el aleteo de la mariposa, no puedes detener los huracanes que ha provocado, ni los que están por venir”, dijo mirando al piso; aunque sus palabras eran para mi, sabía que en realidad hablaba de ella, siempre de ella.

La tormenta se desató con toda su furia. No tenía caso hablar, ambos contemplábamos el fluir de las imágenes de tardes lejanas, tardes que atravesaron mi cuerpo, que ahora era apenas una sombría prisión de símbolos desvencijados.

“¿Alguna vez leíste mi carta?”, su pregunta interrumpió mis recuerdos. “No”, mentí sólo porque no quería desenterrar ante Ella las heridas acumuladas en 10 años de malas decisiones, porque no era Ella; así como no quería decirle que leerla no hizo ninguna diferencia.

“Entonces, ¿crees que si entiendes tus errores, vas a reparar todo el daño que has hecho?”; “Quisiera tener las respuestas, pero no tengo las preguntas; aunque sí sé que hoy tenía que estar aquí”, contesté desganado, estaba seguro que hablarle no era lo que yo necesitaba.

Pasamos bastante tiempo en silencio, la tormenta amainó. “¿Daño a quién?, pregunté creyendo que se refería a Ella; “A todos, a ti sobre todo”, su respuesta me sorprendió, me tomó del brazo y sonrió, “creo que ya debo irme, me esperan”. A mí nadie me esperaba, y no sabía a dónde ir. Nada estaba claro.

“¿Alguna vez pensaste en mi?”, preguntó y en su voz algo quedaba sin decir; “Sí, alguna vez pensé en ti, pero… apenas como algo que está en el ayer”, fui lo más honesto que pude. “Nunca con el mismo rostro, pero siempre tú”, dijo mientras se levantaba, sabía que no la volvería a ver.

El cielo se aclaró, las últimas gotas cayeron en la tierra, mis huellas quedaban marcadas en el lodo.

15 feb 2010

1743.

Ese aire cálido que embriaga por las noches
Ese rip de portishead en el balcón
Ese carmín que se desgaja del ocaso, en las noches de fiesta que despiertan
Esa intensidad en tu mirada, en tu risa; el carnaval en tu corazón
Xicoténcatl never more, never more… never more
En mis insomnios he caminado ya muy lejos de tu laberinto
Pero queda en mi piel tu deseo por la vida, por la fiesta
Esa costumbre de contemplar el mundo, de poner atención, ‘de morir a diario’
Fuegos artificiales
Espirales de tiempo, de humo blanco, ‘habemus chela’
Entre Mina y Alacio Pérez
Humo de tiempo que entras por mis ojos
Espirales de luz, de magia que alargan los sonidos de la agonía
Junto al sillón del balcón de mi memoria, de mi ocaso
Signos milenarios que aguardan en tus recuerdos
En ese estallido de furia, en la sangre continua de la que hablaba Bukowski
Mármol onírico sobre el que se esculpen los días
Náufragos del tiempo esparcidos en el mar
Bailando con las estrellas fugaces acurrucadas en tu espalda
Te echo de menos Xicoténcatl
A la izquierda, detrás del coche verde.

14 feb 2010

2 feb 2010

3.


La luna se paseaba arrogante por la ciudad. Custodiada, en la tierra como en el cielo, por guardianes, unos: efímeras luces artificiales; los otros: milenarios cuerpos incandescentes. Por las áridas calles corría un viento frío. Puertas y ventanas susurraban en un dialecto desconocido. Corceles metálicos atravesaban tumultuosos la ciudad.
Yo caminaba en la oscuridad de esa ciudad que despertaba. Rodeado de colinas que brillaban como milenarias minas de oro, como estrellas de keroseno que alumbraban tristes sombras en la pared. ¿Eso eran estas personas… sombras de lo que pudieron ser? Sonámbulos deambulando en un mundo que se les figuraba ajeno, entre promesas del mañana que habían sido rotas en el ayer.

Sentí, de repente, que caminaba sobre una cuerda floja, equilibrando el terror y la maravilla, adelante y detrás de mi había miles, quizá millones de personas que se perdían en el horizonte de esa cuerda floja interminable. Todos avanzaban impacientes, sin preguntar, sin saber porqué seguían adelante.

De vez en cuando alguno caía, yo escuchaba sus gritos, por horas el eco golpeaba mi cabeza como un martillo que no paraba. Nadie más miraba, a nadie le importaba quien cayera. El cansancio me alcanzaba, suavemente; me tambaleaba. Hasta que caí en ese abismo, en la caída la oscuridad empezaba a acariciarme, me cubría completamente, todo rastro de luz se extinguía.

Abrí los ojos. No amanecía aún. Yo estaba tirado en una banca; al lado de un vagabundo que me miraba fijamente, sin pestañear. Me levanté mecánicamente, tratando de diferenciar qué de todo aquello era realidad, y qué era un sueño.

-El tiempo es una mentira, lo sabes, ¿cierto? –dijo pausadamente con una voz aguardentosa, miraba al suelo mientras tomaba otro trago a su botella de vino-. Todo es simultáneo, todo está sucediendo al mismo tiempo.

-No sé de qué me está hablando –respondí por inercia, sin pensar en sus palabras.

-Claro que sabes. Sólo mira alrededor hermano, prestar un poco de atención, ver realmente; todo esto es una gran mentira, y lo sabes hermano. ¿No ves los siglos que han sucedido en este lugar, los que están por suceder. ¿O no me escuchas por cómo me veo? Sí, no me escuchas porque soy un vagabundo –el ritmo de su voz era más denso entonces, más y más lento.

-No… no, me quedé dormido, creo. Estoy un poco desorientado.

-Tampoco recuerdas. Sí, a algunos les lleva más tiempo ¿Necesitas ver las estrellas como los antiguos navegantes para saber a dónde vas? Adelante, mira entonces al cielo y oriéntate –me dijo mientras le daba otro enorme trago a su botella, un esbozo de sonrisa se dibujó en sus labios.

Miré al cielo. La luna estaba partida en dos. Se estaba desgajando ante mis ojos como si fuera cualquier otra cosa. Un sudor frío empezó a correr por mi cuerpo.

-¿Qué es esto? –dije sin entender qué sucedía- Aún no despierto.

-Una epifanía, hermano.

Volví a sentarme en la banca. Miré mis manos. Toqué mi rostro para saber si yo era real o parte de aquel mórbido espectáculo. El vagabundo se levantó y empezó a caminar.

-¿Quién eres?

-Sólo otro viajero exhausto, que se ha detenido un momento para mirar que pasa alrededor.

-¿Y qué has visto alrededor?

-Lo mismo que tú, hermanos matándose unos a otros, yendo de un lugar a otro sin prestar atención a nada… sólo envejeciendo. Un total desperdicio. Tanto odio que nace de tanto ego. Es tan triste.

-No, espera, dime qué está pasando.

-La vida quiere respuestas; pero también, con un deseo voraz, que la cuestionen hasta la médula. Y ya nadie tiene ‘tiempo’ para interesarse realmente en nada. Eso es más triste -dio el último trago a su botella.

Creí ver una lágrima que se deslizaba por su mejilla, como si llorara silenciosamente por un mundo que agonizaba, al que no le quedaba nada. Caminé detrás de él, pero no podía alcanzarlo, traté de gritarle pero de mi boca no salía sonido alguno. Dio la vuelta y desapareció. La plaza estaba completamente desierta. El sol se levantaba devastando aquella bella oscuridad.