21 oct 2008

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No quedaba nada, ni la lluvia. Hasta los viejos fantasmas se habían ido ya. No había respuestas, ni se podía escuchar como caían los tarros de cerveza y las botellas de vino de la vieja casa. Oscuridad solamente.
-¿Has sentido cuando se funden pasado y futuro? Quizás no exista el tiempo, dijo en tono solemne.
-No, no lo he sentido, le contesté desganado.
-Todas las posibilidades existen, todo se mueve, nada es estático
-Las miradas, las palabras, los abrazos, la gente; aquello que creemos permanecerá es evanescente, no vale la pena intentarlo, si las cosas terminarán igual extinguiéndose.
Entonces él se levantó, arregló su traje y empezó a caminar en la misma dirección que el viento. Lo seguía con la mirada, pero no tenía la fuerza para levantarme, estaba aún aletargado por el largo viaje, apenas y sentía las manos. Él se detuvo un instante, giró su cara y me dijo:
-No puedes quejarte ni lamentarte por lo que te pasa... la vida... es un desafío interminable. Sólo desafíos, y éstos no son buenos o malos.
Agaché la cabeza, traté de cerrar mi puño sin lograrlo, el viento arreciaba tanto que tuve que cerrar los ojos. Hice un segundo intento por levantarme, pero nuevamente fue inútil. Fue entonces que escuché aquella voz por primera vez dentro de mi cabeza, 'Conoces las cosas. No pensamientos, sólo certezas. Debes calar su esencia'.
-¿Dónde puedo encontrar las respuestas? No sé si esta noche ya es demasiado tarde.
... sólo hubo silencio, ya no estaba más ahí.
Me levanté asustado. Un sudor frío recorría mi espalda, estaba por primera vez completamente solo. Sin nadie que escuchara a quiénsabecuántoskilómetros de distancia. Recordé cuando de pequeño me dijo que la confusión era algo en lo que nosotros mismos nos metíamos, y que de la misma forma podíamos salirnos. Entonces vi claramente la lluvia de aquel otoño, el olor a pasto mojado y el del café recién hecho; las risas que parecía no cesarían jamás.
No quedaba nada más. El camino estaba ahí, pero no sabía a donde me llevaría.