24 dic 2007
El hombre del traje
25 nov 2007
Postdata
6 nov 2007
la última noche del mes
En punto de las cuatro de la madrugada -apenas cinco minutos después que una lluvia descomunal castigara con una ira lacerante, a los noctámbulos, ebrios y prostitutas de la ciudad-, una mujer entró por la puerta; seis horas antes, todas las miradas de los hombres se hubieran posado en sus piernas, cabello, pechos y ojos, en ese orden; seis horas antes, las mujeres seguirían inventándole defectos, mientras el cantinero intentaría esbozar una sonrisa seductora y ella quizás sin ningún sobresalto en sus pensamientos, ni dolor, ni nada que la pudiera afligir, disfrutaría la noche y reiría hasta caer, sosteniendo en su mano izquierda un botella de whisky.
Su andar era nervioso, tembloroso, distraído, se halaba el cabello como si tuviera un tic. Miraba a todos lados y a pesar de su belleza, en ese momento nadie la notó. Pasaron quince minutos para que la atendieran, suficiente para que el sudor frío se fundiera con el agua de lluvia. La rubia, con la mirada fija en el reloj, no dejaba de apretar con todas sus fuerzas, su pequeña bolsa de mano; su pulso languidecía de repente, bajaba la mirada, veía sus pies mojados, recordaba entonces el beso que le dio su prometido esa mañana al despedirse. Y temía perderlo, temía que todas sus ilusiones se diluyeran al llegar a la estación del tren.
De que sirve la libertad si toda posibilidad de ser feliz te es arrebatada -pensaba mientras se empinaba el cuarto Bloody Mary en una hora-, sería una simple y vacía ilusión, no serviría para nada. Cuando dieron las cinco treinta dio un suspiro tal, que pudo todavía erizar la piel de los desvelados meseros, que imploraban por llegar a casa, se levantó del banco y puso un billete en la barra. No tenía ya tiempo para miedos o dudas, ya no le era posible regresar los pasos andados, ya nunca volverían los largos veranos en el río, ni los paseos por la playa, mucho menos las tardes en las que recogía por toda la calle principal, la alfombra de flores que caían y bañaban a los transeúntes, eso lo sabía muy bien.
La rubia se escondió tanto en sus pensamientos, que no notó que era observada meticulosamente a lo lejos. Salió del Cabaret de forma atropellada, ignorando los gritos de la cajera que con billetes en mano le pedían regresar para darle su cambio, sorprendida de que alguien olvidara tal cantidad de dinero. La persona que acechaba a la rubia se levantó de forma violenta, dejando la cantidad exacta en la cuenta, emanaba mucha serenidad, aquella que sólo poseen quienes que ya conocen con antelación, los acontecimientos que estarán por suceder.
Caminaba tan rápido como la espesa bruma se lo permitía. Cuando notó que la seguían ya era demasiado tarde, le pisaban los talones. A pesar que la Estación estaba al pasar el callejón, el pánico se apoderó de ella, sentía que sus esperanzas se derrumbaban en sus hombros, su rostro se descomponía y sus ojos olor a miel se llenaban de lágrimas, a cada paso le faltaba el aliento y la fuerza, varias veces estuvo a punto de tropezar.
Al entrar, el tumulto en taquilla le dio unos segundos para que se adelantara a su perseguidor, que había abandonado toda mimetización, llenando de preocupación -debido al inaudito desorden en un lugar público- a algunas señoras mayores, que esperaban en la fila exigiendo guardar las formas. En el andén 14 los pasajeros estaban ya abordando, pero no había señales del prometido de la rubia. El reloj marcaba cinco para las seis, el sol se asomaba entre las nubes, reclamando su lugar en el día, en el tiempo, en la vida de los hombres. Y dos minutos antes del alba, la rubia con ojos color miel se quedaba petrificada al ver que su perseguidor le apuntaba a quema ropa. Sabía el escape había llegado a su fin. Entonces una silueta se le adelantó, protegiéndola del inminente peligro. Su prometido, visiblemente mal herido, sostenía una pistola; quedó frente a frente al atacante, como si fuera una película de vaqueros. Con el brazo que le quedaba libre, la apretó fuerte de la mano. El sonido de las dos pistolas, fue seco, violento, ensordecedor, la rubia alcanzó a tapar sus oídos y cayó de rodillas, lo único que supo con certeza, fue que el tren se alejaba sin ellos abordo.
3 sep 2007
para no pasar desapercibido
10 ago 2007
Viejita
24 jul 2007
hurgando en la memoria
Obertura 2.
Mi boca irremediablemente ha quedado ciega, mis ojos ya no besan suavemente mis venas secas, piezas sueltas; de sueños adormilados, que susurran pieles, sin letras ni voces, y afortunadamente sin oídos. Caen las manzanas desnudas desde el fondo de la tierra, nosotros en medio de la extinción, sinfonías al azar espacios en blanco del mundo, paredes que respiran más profundo, que sueñan su respiro en el no retorno Vacío. Hoy amanezco descalzo, los muros se desquebrajan, cada violín en tu espalda y las fábulas desesperadas Café negro por la mañana el mundo por unos pasos un suspiro del silencio
14 jul 2007
La terrorífica nación Wii.
10 jul 2007
fase terminal
10 feb 2007
Nocturno
‘Nocturno’ es una pieza de gran manufactura, como extraído de uno de esos sueños inolvidables; con matices que te llevan desde la más profunda tristeza a un romanticismo explosivo. Con muy buenos arreglos, es excelente para el primer beso con la mujer de tu vida, para ver el amanecer después de haber mandado tu vida al carajo, y descubrir que no todo está tan mal, o para recorrer con un hielo la espalda de una porno star.
Escúchala en: http://www.myspace.com/circulosdelsamsara
7 feb 2007
Kapuscinski
Las grandes almas siempre se van de forma prematura, como si este mundo hubiera dejado de merecerlos; como si debieran partir, continuar su viaje de aprendizaje y enseñanza en otros planos existenciales.
Hay quienes tienen la labor de ser testigos de su tiempo, para luego narrarlo y dejar ese testimonio, esa huella para los que habrán de venir. Hay otros que en su vida se empeñan en tratar de hacer alguna diferencia, aunque sea para un puñado de personas, de aquellos que pasan desapercibidos por el grueso de la sociedad y de los burócratas. A pesar de que esto signifique muchas veces descuidar su propia persona, descuidar posibles beneficios personales, arriesgarse al juicio de la familia, en un mundo en el que el valor y el éxito se mide en términos monetarios, no humanos.
Afortunadamente lo que hace andar este mundo son esas personas que no se adaptan a un molde establecido socialmente, que no se ajustan ni agachan la mirada ante los convencionalismos, que no temen arriesgarse por sus convicciones e ir a contracorriente, aún a sabiendas que eso puede significar andar solo un largo trecho del camino.
La partida de Kapuscinski marca el final de una era, de un periodismo arriesgado y no condicionado por el poder (simbólico, económico o coercitivo). Periodista por oficio, historiador por convicción y cercano al Premio Nobel por la calidad de sus letras. Un verdadero trotamundos, alguien que borró fronteras, colaborador en periódicos de muchos países (en México para La Jornada), y ganador de un racimo de premios; en su natal Polonia fue nombrado el ‘Periodista del Siglo’; en 2003 le fue otorgado el Príncipe de Asturias.
Como en toda muerte la ausencia es lo más insoportable, en el caso de Kapuscinski esa ausencia es menos por el testimonio de la ‘fuerza poética de sus palabras’, por sus libros que seguirán siendo un referente fundamental para todo un gremio e inspiración para más de una generación. Pero aquellos que no dejaron su alma en un libro, también permanecen; en la mirada nostálgica de cada mañana, en esa silla vacía en el desayuno, en las oraciones de su compañera de vida, en su sombra que se deja ver aún por los rincones de la casa, en esa neblina de diciembre que no volverán a ver.
Las grandes almas siempre nos harán falta, porque 'pudieron' enseñarnos mucho más; después de marcarnos el camino, y mostrarnos un humanismo poco usual en nuestra era; a nosotros nos queda no dejar que se borren sus huellas, que sean cada vez más visibles, que su voz permanezca en la memoria de papel o en el eco que aún resuena en aquellos los rodearon.
Y así, no dejar que su lucha en contra del poder y la impunidad muera; como tantas personas lo han hecho en guerras que carecen de sentido, o simplemente por la falta de voluntad de quienes ostentan cargos públicos, de extender la mano a un desconocido.
A papá, en algún lugar del universo.
Cine de autor
Haciendo de lado los garrafales errores históricos (que por sí solos bastarían para exigirle a Gibson pidiera disculpas de rodillas al pueblo Maya) Apocalypto como película es una nulidad; con una fotografía, manejo de cámaras, guión, y actuaciones deplorables. La escenografía que tanto se pregonó, únicamente apareció por unos segundos; y así, la memorable cinta épica del ‘corazón valiente’ se diluyó en una aburrida persecución y un romance de la talla de una telenovela de Juan Osorio.
Ahora si nos adentramos un poco más, nos daremos cuenta de porqué tantas organizaciones y estudiosos de las culturas prehispánicas, y principalmente los herederos de esas tradiciones se sintieron humillados al manejo que hace Gibson de una de las culturas más importantes de la civilización. Con increíbles adelantos en ámbitos como la astronomía, la escritura, las matemáticas, la arquitectura, la medicina, por citar sólo algunos; son representados como bárbaros y sanguinarios. La escena del eclipse y la del cementerio a cielo abierto son claros ejemplos del desconocimiento, ya sea por ignorancia o rentabilidad en taquilla, de la cultura Maya, sin importar que sea una película de ficción, esa falta de respeto en el manejo del tema y la trivialización de una sociedad rica y compleja da asco; a Gibson debería darle pena lucrar con la desinformación mediática, que además es solapada por las autoridades de nuestro país, a cambio de unos dólares.
En Babel, no podía explicar porqué me incomodaba la película, a pesar de la complejidad de la producción, de los problemas y desvelos para aterrizar esa idea, que en ciertos aspectos es arriesgada; aún no sabía en que sentido, de qué forma, la película me dejaba un mal sabor de boca, por sobre la estética que es aceptable, las escenas que ya dejan ver en Iñárritu a un autor que puede pensar bien los conflictos, que va más allá de la narrativa convencional, y por demás cosas.
Ya no está más la sorpresa de cómo tejia historias en 'Amores', ni el brillante montaje (pese a las carencias de actuaciones e historia) en 21 gramos, en Babel solo queda la superproducción 'joligudense', pero ya no hay creatividad....solo le queda la complacencia, es como si se hubiera rendido al imperio. Me sorprendió como la crítica internacional le ha dado las nalgas, perdón, solo ha tenido elogios y ha catalogado a Babel como una obra de arte, multipremiada y taquillera.
El mal sabor de boca no se me va, no me abandonará al saber que la crisis del cine ha llegado a todos los rincones, quizás no haya escapatoria... y únicamente sobreviva en Greenaway o Park Chan Wook.
En cualquier manifestación del arte, es deplorable cuando se vuelve complaciente, como en Iñárritu que nos regaló un happy end para los gringos y japoneses... para los tercermundistas, sólo queda el desierto.